Esta es una de las entradas más cortas de este blog llamado 14.000 caracteres… aunque leerla tomará mucho más tiempo que el que les habría tomado a los colegas de El País, de España, haber evitado uno de los fiascos más sonoros del periodismo en español de los últimos años.

A quienes no tienen todo el contexto, les comparto la nota del colega Álvaro Liuzzi en su blog Segundo Plano: Hugo Chávez, El País y la portada podrida.

Y aquí, la explicación oficial de El País, que inicialmente tenía muchos vacíos pero que ya da incluso el nombre de la agencia que les vendió la imagen.

Y antes de la descripción de lo que promete el título de esta entrada, una reflexión que nos planteamos en Twitter la colega Gloria Ortega y yo, y como lo discutimos esta tarde en el final de +Hangouts de Periodismo: el caso de El País es una combinación de afán de la primicia –habría sido la megaprimicia del año–, de ingenuidad –aunque en su ‘confesión’ trata de mostrar que hubo rigor periodístico para verificar la autenticidad–, y de una ‘ética de babas’, como la calificó Gloria.

Y a eso señalo algo más: el desconocimiento de herramientas útiles para minimizar riesgos de engaño, fraude o plagio. En este caso, de la sencilla, archiconocida pero archisubutilizada búsqueda de imágenes de Google, o Google Image Search.

La herramienta.
Si una foto genera algo de desconfianza –una exclusiva como parecía ser esta, o algo tan común como una solicitud de amistad de una desconocida en Facebook–, Google Image Search permite saber si es una imagen única, o si está circulando en muchas partes de la Web.

En el segundo caso, el de supuestas desconocidas que tratan de obtener la amistad de los incautos con una foto atractiva, lo normal es que se trate de una foto usada por muchos perfiles falsos en redes sociales.

ImagenA la derecha, un ejemplo real de una solicitud de amistad de una supuesta persona que ya era amiga de 7 amigos míos (algunos de los cuales la aceptaron en parte porque ya tenía amigos en común, o porque la fotografía les pareció muy atractiva).

Con 7 amigos en común, varios de ellos periodistas y amplios conocedores de las redes sociales, habría sido fácil creer que era una ‘vieja amiga’ y aceptarla –y darle acceso a toda la información personal que uno comparte en Facebook–.

Pero para salir de dudas está Google Image Search, y la extensión para Chrome que permite, con un clic, buscar fotos similares con un clic del ratón. Este ejercicio, que toma menos de 3 segundos, arrojó este resultado, que confirmó mis sospechas.

El ejercicio que debió hacer El País.
Lo mismo debieron haber hecho en El País, con el único trabajo adicional de digitalizar la foto si la agencia fotográfica con aires de paparazzo solo le dio una copia impresa. (Me resisto a creer que en el principal diario español hayan asignado portada del impreso y de la edición digital a una foto sin tenerla en su poder al menos unos minutos… aunque cabe la posibilidad).

Pero vamos con el ‘paso a paso’, pues sé que a algunos de ustedes les podría llegar a servir para futuras situaciones:

  1. Si la agencia entregó la foto impresa, el primer paso habría sido escanearla (o, si la agencia no la dejaba sino que solo la mostraba, al menos tomarle una buena fotografía con un teléfono móvil).
  2. Ingresar a Google Image Search.
  3. Hacer clic en la camarita fotográfica.
  4. Hacer clic en el enlace ‘Cargar una imagen’.
  5. Hacer clic en el botón ‘Seleccionar archivo’.
  6. Esperar 3 segundos.
  7. Ver los resultados y decirle a la agencia: «No nos interesa. No queremos ser estafados y hacer un ridículo de categoría mundial».

Aquí, los resultados de ese ejercicio simulado, basado en la imagen original (tomada de este video de YouTube en el minuto 2:44):

  1. Imagen original, entregada por la agencia:Imagen 
    2.   El resultado de la búsqueda de imágenes de Google:

No era difícil.

Lección: las herramientas web, muchas de ellas gratuitas, no son un lujo ni algo ‘para los periodistas nuevos’, sino que son algo muy útil que los periodistas, incluso los de la vieja guardia, deben aprender a aprovechar.

Para cerrar, una reflexión final: en todo caso, no se necesitaba saber usar una herramienta. Aplicando algunos principios éticos del periodismo, El País habría podido decir que no. Como lo hizo el director de El Mundo, de España, Pedro J. Ramírez, quien lo explicó en algunos tuits:

No soy de los que se frotan las manos por el error de El País, pues todos los periodistas estamos en riesgo de caer en algún error de este tipo –así conozcamos las herramientas y nos creamos muy éticos y a la vez astutos–. Pero sospecho que la crisis de credibilidad y las burlas van a ser duras y constantes para el diario en los próximos meses.

De hecho, las burlas ya empezaron. Los dejo con una sola de ellas, en el propio ‘timeline’ del director de El Mundo:

The Atlantic

Hace pocos días, The Atlantic publicó un contenido patrocinado (claramente señalado como tal) sobre la Iglesia de la Cienciología.

Tras protestas de los lectores, el equipo de marketing (no el de periodistas) de The Atlantic eliminó los mensajes negativos sobre el contenido o sobre la iglesia.

Pero las protestas crecieron, el debate sobre la mezcla de contenido periodístico con contenido comercial creció, y The Atlantic se excusó, prometió analizar su política, reconoció haber ido demasiado lejos y suspendió la campaña.

 

Más detalles sobre la historia:

(A propósito del escándalo, cabe señalar que la práctica no es nueva, y que al menos en Colombia un buen porcentaje de los medios de comunicación la están adoptando como complemento de la publicidad tradicional.

De hecho, en ENTER.CO, medio del que fui editor, se manejan secciones patrocinadas y publirreportajes en los que claramente se diferencia el contenido periodístico del publicitario.

Habrá un momento para entrar a debatir sobre este tema, pero en mi opinión, si hay claridad, no hay engaño).

 

El caso local.

KienyKe Pacific Rubiales

A comienzos de septiembre pasado, un medio en línea colombiano, KienyKe, publicó un contenido en apariencia periodístico:


Lo extraño es que meses atrás KienyKe había publicado un informe con un enfoque opuesto: Pacific Rubiales, la petrolera que tiene a Puerto Gaitán encendido, al cual, en los 6 meses siguientes, no le hizo ningún seguimiento.Hasta ahí parecería una simple ligereza o un descuido, algo que ocurre con más frecuencia de la deseable, pero los lectores de KienyKe, en sus comentarios, criticaron el tono del informe y lo calificaron como publirreportaje.Semanas después, el columnista de KienyKe Daniel Pardo, enfocado en analizar los medios de comunicación (y previamente exaltado por el propio medio como ‘el muchacho que desviste el periodismo colombiano‘), publicó su columna Pacific es Colombia, en la que denunciaba que una campaña publicitaria de la petrolera había logrado el objetivo de que las investigaciones y publicaciones negativas sobre la firma desaparecieran de los medios.La columna causó su despido fulminante de KienyKe. En este medio tuvieron acceso a un correo personal –y privado– entre uno de los entrevistados de Pardo, el periodista Héctor Mario Rodríguez, y Julio Sánchez Cristo, de La W, emisora señalada en la columna de pardo como el caso más visible de su denuncia.

La causal oficial del despido fue supuestamente que Daniel Pardo no había enviado pruebas documentales de una entrevista que había hecho para sustentar su columna.

El debate se centró, pues, en si el periodista había ‘inventado’ unas declaraciones, o si estas eran reales. Al final, quedó clarísimo que Daniel Pardo había actuado correctamente. (Aquí, varias notas y entrevistas sobre este hecho).

Esta historia ya es conocida por muchos en Colombia, así que quienes lleguen a ella pueden seguirla en los enlaces compartidos arriba. Pero ¿por qué retomar este caso 3 meses después?

 

Aquí viene el paralelo prometido en el título:

  1. The Atlantic publica un contenido comercial (Iglesia de la Cienciología) mezclado con los contenidos periodísticos, con un aviso destacado de que es un contenido patrocinado.
    KienyKe publica un contenido comercial (Pacific Rubiales) mezclado con contenidos periodísticos, SIN un aviso que aclare su condición de patrocinado.
  2. Los usuarios de The Atlantic protestan en los comentarios.
    Los usuarios de KienyKe protestan en los comentarios.
  3. El equipo de marketing (encargado de gestionar las ventas de publicidad) de The Atlantic elimina comentarios de lectores enojados.
    En KienyKe nunca responden a los comentarios. En este caso, unos pocos lectores se quejan de que se les borraron mensajes, pero actualmente muchas de las críticas siguen publicadas.
  4. The Atlantic, al aumentar la crítica, presenta excusas, retira el contenido publicitario, y promete analizar sus políticas de contenido comercial.
    KienyKe despide al autor de la columna en la que afirma que este medio había publicado «publirreportajes pagados que se presentan como periodismo». Pero la causal es la anécdota de unas declaraciones de un entrevistado.
    El medio nunca desmiente a Pardo acerca de los contenidos sobre Pacific Rubiales, ni emite ninguna declaración o excusa al respecto.
    La crítica al medio aumenta, pero no hay excusas, no hay retiro de los contenidos (que quedaron publicados), y por supuesto, el medio no hace ninguna promesa de ‘no volverlo a hacer’.

Las diferencias entre la reacción de The Atlantic por un hecho que genera debate pero que no implica engaño a la audiencia, y la de KienyKe por uno que sí representa un engaño y que el propio medio no desmintió, son notables.

Algunas preguntas.

Pero todo el escándalo de octubre ya pasó, y esta entrada del blog busca que vayamos más allá, a la reflexión sobre lo ocurrido, la relación contenido periodístico-contenido comercial, y el papel de los usuarios. Así que me gustaría conocer sus opiniones sobre estos hechos:

  • ¿Consideran antiético que un medio publique contenidos pagados –información comercial, publirreportajes o como se les llame– claramente señalados como tal, junto a los contenidos periodísticos?
  • ¿Qué debió hacer KienyKe? O, para ser más propositivos, ¿qué debería hacer ahora, 3 meses después del escándalo? ¿Seguir ‘pasando de agache’, o haciendo, así sea tarde, un pronunciamiento al respecto?
  • ¿Las agremiaciones publicitarias deberían pronunciarse sobre estas prácticas?
  • ¿Los lectores o usuarios del sitio, que fueron los engañados con los contenidos de Pacific Rubiales (y partiendo de la presunción de que estos fueron la excepción y no la norma) han ‘castigado’ al medio? (Dejar de visitarlo sería un ‘castigo’, pero aunque el tráfico del sitio parece ir en declive, no sería consecuencia de lo ocurrido en octubre).